miércoles, 6 de abril de 2016

Acallar al ego



El ego, ése que se hace pasar por tu amigo en determinados momentos, ese amigo adulador que te dice lo guay que eres, lo guapo, lo listo, lo bueno que estás, lo buena persona que eres, lo especial..., para así tenerte comiendo de su mano, es el mismo que te machaca cuando te ve flaquear. Porque el ego siempre te está juzgando, calificándote como bueno o malo a cada gesto. Vive en la dualidad y en la dualidad o eres bueno o eres malo. 
Y cuando, por ejemplo, llega un día en que estás hasta las narices de tu curro, o de tu pareja, o de tus padres, o de un amigo pero no haces nada por cambiar esa situación, sencillamente porque no puedes, porque estás paralizado, el ego aprovecha para decirte que eres un cobarde, que solo sabes quejarte, que no vales para dirigir tu vida y que los demás te pegan mil patadas porque sus vidas son mejores que la tuya. Y, para acojonarte más, te proyecta esa idea en el tiempo, convenciéndote de que a los 70 serás el mismo miserable que eres hoy.

Luego, cuando ya te ha martirizado con estos argumentos, cuando ya te sientes culpable por tu actitud, te recuerda toda esa gente que está peor que tú, que darían lo que fuera por estar en tu lugar, te bombardea con la idea de que eres un privilegiado que no tiene derecho a quejarse. Eres un cobarde insolidario y egoísta.
Todo esto se basa en la premisa de que podrías estar haciendo otra cosa distinta a la que haces, podrías estar solucionando tu situación pero no te da la gana. 
Sin embargo, eso no es cierto, no puedes. Ahora mismo no puedes. Si pudieras lo harías, pero no es así. No puede ser de otra manera, solo tienes que aceptar esta idea, sin pensar que se vaya a eternizar. Aceptar que estás paralizado pero que no eres esa parálisis, aunque, ahora mismo, no puedas. AHORA, no eternamente. No existe el tiempo, solo tienes este momento.
Y, en este momento, tu situación es la que es, así que deja de machacarte porque eso solo corrobora las falsedades que te dice el ego. Permítete actuar así y trátate con amor, porque la culpa no te va a servir de trampolín, solo te va a hundir todavía más en la miseria que crees que te rodea.
Manda a paseo al ego, cuando te machaque y cuando te adule, porque son las dos caras de la misma moneda. 
Ni eres especial ni eres un miserable. Eres perfecto, así, tal y como eres. 
Tan perfecto como los demás.

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