viernes, 15 de enero de 2016

"Incomunicada"

Ayer por la mañana vino un mensajero a llevarse mi móvil para reparar. Tardarán unos 15 días en devolvérmelo. Aparentemente todo está perfecto pero, cuando vi que me despojaban de él, cuando saqué mi tarjeta nano sim y sd, tuve una sensación muy extraña. ¿Ahora qué hago? 
Había quedado a las 3 con una chica a la que no conocía y tuve que hacer una llamada porque ya no tenía mi lista de contactos, pedir su número y llamarla a decirle "oye, mira, es que estoy sin móvil, pero a las 3 estaré en la puerta de la E.O.I.". Y luego pensé en qué ocurriría si pasaba cualquier cosa y me retrasaba o cómo me avisaría ella si se le torcían los planes y tenía que cancelar la cita. O qué pasaría si no la reconocía, ni ella a mí, porque nunca nos habíamos visto antes, aunque ya me había dicho por teléfono cómo iba vestida. 
Conclusión: sin mi móvil parece que me haya vuelto idiota, que todo se me haga un mundo. Y eso que sabía llegar al punto de encuentro porque es archi conocido. Si encima no hubiera conocido el camino, apaga y vámonos. 
Pasé dos horas súper agradables con esta chica, hablando de lo divino y lo humano, sin interrupciones, si llamadas, sin vibraciones en el bolso... Viviendo solo la conversación. Y me encantó eso de no llevar teléfono. 
Aún así, la tarde la pasé intentando localizar un teléfono con nano sim, tarea que ha resultado ser imposible. Así que he decidido que voy a estar estas dos semanas sin móvil, sin whatsapp, sin teléfono a todas horas, sin google en el bolsillo, con el fijo de toda la vida (que, además, en mi caso, no es inalámbrico). Cuando he avisado a los más cercanos me han preguntado "¿entonces, vas a estar incomunicada?. No, no voy a estar incomunicada, voy a estar como se estaba hace 20 años, feliz y tranquila, con teléfono en casa y sin el "busca" cuando salga a la calle, como he estado toda la vida. 
El móvil es una necesidad que me he creado y aún me siento rara, pese a que me sé de memoria todos los teléfonos que necesito, pero me siento un poco desnuda. No tengo a mis 250 contactos, pese a que el 90% no me sirven para nada, no tengo mis recordatorios (me acuerdo de todo lo que tengo que hacer pero me da seguridad que google me avise), no tengo whatsapp, no tengo mis audios, mi música, mis fotos, mis vídeos, no llevo conmigo, en mi bolso, nada de nada. Y lo curioso es que todo eso lo necesito, me he creado esa necesidad y estoy rara. 
Me siento libre, sí, pero hice un pacto con el diablo y quedamos en que pagaría un alto precio por todas esas cosas que hacen (supuestamente) que mi vida sea más cómoda. Ese precio es el estrés que me produce el teléfono cada vez que suena (porque de verdad me lo produce), es el cargar en la mochila una necesidad más, es estar a todas horas localizable y pendiente de algo que, en realidad, odio. Pero, como lo necesito, ya da igual que lo odie, ni me lo cuestiono. 
Y, al estrés de llevar móvil, hay que sumar el estrés de cuando no lo llevo. 
De locos.
Ha pasado un día y creo que esto es el principio de una gran amistad entre yo y yo misma. 
Pero tengo por seguro que, en cuando me lo arreglen, seguiré cumpliendo mi parte del trato. Mientras tanto, que me quiten lo bailao, siempre recordaré esas dos semanas que pasé "incomunicada".


No hay comentarios:

Publicar un comentario