miércoles, 30 de septiembre de 2015

El castigo de Sísifo

Pese a que estamos seguros de que somos meros observadores del mundo que nos rodea y de las experiencias que vivimos, pocas afirmaciones hay más erróneas que ésta.
El mundo no lo observamos, lo inventamos, de ahí que cada uno perciba una realidad diferente ante una misma situación.
Antes de ponernos a observar ya llevamos una idea en la cabeza, una creencia que se basa en la sensación de carencia o en la de plenitud y, a partir de ahí, comienza el espectáculo.
En función de la idea preconcebida en la que me base, el mundo será un lugar hostil o amable. Tan sencillo como esto.
Sirva como ejemplo lo siguiente:
Yo creo firmemente que estoy necesitada de muestras de amor y de apoyo, por lo tanto, creo tener un vacío que espero que alguien venga y llene. Dado que no es un hecho, sino una creencia y, como tal, falsa, nunca voy a tener suficiente porque, por mucho que los demás hagan, mi creencia va a permanecer inamovible. A partir de ahí, voy a vivir con el foco de atención puesto en todas y cada una de las situaciones en las que el otro no va a darme lo que creo necesitar porque eso es lo que coincide con mi creencia y me ayuda a reforzar la idea. El ego, con lo que más disfruta, es con la sensación de tener razón, con lo que va a interpretarlo todo en base a esta premisa.
Sin embargo (y de manera involuntaria) pasaré por alto las situaciones en las que, de fuera, reciba muestras de amor y apoyo. Sencillamente, mi mente no está preparada para interpretarlas así, puesto que nunca puedo sentir que alguien externo a mí me dé algo que yo me niego a mí mismo constantemente.
Y, al final de día, el balance será el esperado: nadie me da el amor y el cariño que necesito. 
No nos damos cuenta de que esto es una proyección de una carencia interna porque parece más fácil endosarle el muerto al otro. Sin embargo, acabaríamos antes cambiando nuestra forma de percibir el mundo, viviendo la vida sin condicionamientos, abriéndonos a todo lo que nos llega sin empeñarnos en centrarnos solo en lo que creemos necesitar, porque eso nunca va a llegar. 
Dejaremos de necesitar algo, NO cuando lo recibamos, sino cuando eliminemos de nuestra mente esa sensación de necesidad. De lo contrario, las necesidades son ilimitadas y es materialmente imposible satisfacerlas todas, en cuanto cubramos una, llegará otra, convirtiendo la vida en un frustrante e interminable proceso abocado al fracaso.
Si no, que le pregunten a Sísifo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario