jueves, 8 de octubre de 2015

El sufrimiento es una elección

La primera resistencia que aparece, cuando tomamos el firme propósito de hacernos responsable de nuestro sentir y de, por lo tanto, ser felices (al fin y al cabo todos queremos ser felices) es la que consiste en negar que sufrimos porque queremos. A eso se le llama victimismo.
Aunque el ego nos quiera hacer creer que, frente a determinadas situaciones, no tenemos alternativa al sufrimiento, eso no es cierto. Siempre hay otra manera, siempre se nos da la capacidad de elegir cómo nos queremos sentir. Independientemente de las circunstancias, de los acontecimientos. Independientemente de las personas que nos rodean. Independientemente de TODO.
Claro que, para entender esto, tenemos que hacer un ejercicio de profunda honestidad y reconocer que, en el fondo, creemos que el sufrimiento nos aporta algo. Puede que pensemos que nos protege, que nos impulsa a obtener un cambio, que nos permite controlar a los demás. Puede, incluso, que creamos que hacernos las víctimas nos resta responsabilidad porque, si sufrimos, podemos culpabilizar a otros.
Todo eso es falso, el sufrimiento no nos permite, per se, nada, excepto sufrir. Nada más. No hay nada que consigamos con sufrimiento que no se pueda conseguir desde la paz, pero al revés sí ocurre: desde un estado mental de paz tenemos la lucidez suficiente para ver las cosas tal y como son, sin dramas.
El sufrimiento desgasta, cansa, merma pero, además, alimenta al ego, se retroalimenta y pide cada vez más y más. Y, en nuestra sociedad, hay una adicción aterradora al sufrimiento. El que no sufre parece inhumano, cuanto más sufre uno más persona es.

Como digo, es una elección y por supuesto que cada uno es libre de vivir como quiera. Pero no es inevitable y, cuando uno aprende a deshacerse de él, no lo vuelve a echar de menos. Aunque eso implique dejar de buscar culpables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario