martes, 13 de octubre de 2015

¿Qué pasa cuando me etiqueto?


Mucho es lo que se ha escrito acerca de lo que supone etiquetar a un niño, tanto que  ya sabemos lo contraproducente que es y que hay que evitarlo, pues limita el desarrollo del niño en cuestión.
Sin embargo, no somos consciente del peligro de las etiquetas en los adultos, de lo que supone algo tan aparentemente inocente como decir "soy de izquierdas", "soy de derechas", "soy católico", "soy musulmán", "soy sincero", "soy buena persona"... 
En realidad, nadie es de izquierdas al 100%, me resulta increíble que eso exista. Como nadie lo es de derechas, ni católico, ni musulmán, ni sincero, ni  buena persona, ni nada de nada. ¿De qué sirve, entonces, que me proclame como tal? Pues sirve, en el fondo, para darme seguridad, para construir mi identidad en base a algo concreto, para diferenciarme de los demás, ésos que yo considero que no son como yo.
El problema viene (y ocurre con muchísima frecuencia) cuando, siendo de izquierdas, nos comportamos como si fuéramos de derechas ; cuando, siendo católicos, nos pasamos más tiempo "pecando" que sin "pecar"; cuando siendo sinceros nos permitimos contar una trola como una casa; cuando, siendo buenas personas, un día no nos da la gana sacar esa bondad a pasear, así, sin más... Y así con todas las etiquetas con las que se nos llena la boca. 
En ese momento, nos asaltan los mil remordimientos, la sensación de "con lo rojo que yo soy y aquí estoy, en Loewe, gastándome lo que un proletario tarda dos años en ganar, qué mal lo estoy haciendo..."; "con lo católico que yo soy y resulta que deseo a la mujer del prójimo bastante más que a la mía propia, ya hay que ser mala persona..."; "con lo sincero que yo soy y la mentira que acabo de colarle a éste, no tengo perdón."
Las etiquetas son losas, nadie es nada, todos somos un poco de todo y además, cambiamos de chaqueta conforme vamos madurando. Así que ¿para qué esa necesidad de definirnos constantemente? ¿Por qué eso nos hace sentir mejor? 
Supongo que será para agruparnos por categorías, como la ropa blanca y de color; para buscar el relacionarnos católicos con católicos, sinceros con sinceros, los de izquierdas juntos, los de derechas juntos... Para recrearnos en la seguridad que nos da pertenecer a un colectivo, porque siempre somos más valientes y poderosos y tenemos más razón dentro de un grupo. 
Sin embargo, cuando nos colgamos una etiqueta, nos convertimos en su esclavo, porque siempre llega la noche y nos encontramos solos, en casa, haciendo repaso del día y lamentando el que, un día más, no hayamos sido capaces de hacer honor a tan magna atribución.
Propongo pues, durante un día, solo un día, olvidarnos de todo lo que se supone que somos y concedernos el permiso de ser lo que nos nazca ser, con absoluta libertad, sin corsés y sin remordimientos, sin culpa.
Seguramente eso nos ayude a ser mejor personas, puesto que nos liberará de la exigencias y los condicionamientos, tanto propios como externos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario